Comentario
La llegada al trono de Carlos III promueve y revitaliza las iniciativas de la etapa precedente, enriqueciendo el programa artístico nacional con la incorporación de artistas extranjeros. No fueron factores de carácter arbitrario los que dieron lugar a la coincidencia en la corte española de Juan Bautista Tiépolo, Francisco Sabatini y Antonio Rafael Mengs. El primero representaba el mantenimiento, en la línea internacional, de la pintura mural veneciana barroca, que se recrea en la realización de inmensos trompe l'oeil evocando acontecimientos prodigiosos; el segundo significó la reafirmación de la grandeza arquitectónica romana y napolitana, equilibrada en su magnificencia barroca, y el tercero fue representante de la teoría científica de la creación artística, en su ideación y en su ejecución.Cuando se rastrea la teoría de las artes en esta época, Mengs aparece como una de las figuras más destacadas. En el cuadro del ideal ético-intelectual se apunta siempre al pintor bohemio cuya normativa, por él desarrollada, domina en el reformismo iluminista de las Artes. Mengs es guardián y censor del buen gusto, y es también la imagen del perfecto artista ilustrado, en el momento en que una elite asume su protagonismo en el seno de la Academia y define al artista por mérito y talento.Se ha señalado que su presencia en la corte española se hace sensible en tres momentos diversos que coinciden con tres estancias. Sánchez Cantón sugiere que su primera fase está caracterizada por el dominio del conflicto académico en el que el pintor trató de imponer su autoridad, muy seguro de sí mismo, ya que por aquellas fechas, 1761, el pintor gozaba de gran prestigio en Roma, Dresde, Viena y Nápoles. Su polémica no tuvo éxito y se ausentó contrariado. En su segunda estancia dedicó gran parte de su tiempo al desarrollo de su obra teórica que daría como fruto la edición en 1780 de su pensamiento, editado por Azara, el cual en "Noticias de la vida y la obra de Antonio Rafael Mengs" ofreció una amplia crítica al quehacer artístico y a la doctrina del pintor, que culminaría con el panegírico, "Mengs es filósofo y pintaba para los filósofos".Tanto el discurso de Mengs como la reflexión que adiciona a su "Obra" su amigo Azara vino a ser la traza en vivo de una corriente ideológica en España, en la cual lo nacional se nos presenta bajo un panorama desolador. Pero la aceptación de la doctrina mengsiana sólo fue parcial, tal vez por sostener un ataque frontal contra la tradición más reciente del barroco tardío y rococó. Mengs estaba comprometido teóricamente en la empresa cultural que toma por escenario a Roma. Su amistad con Winckelmann le convirtieron en el mejor valedor de la Filosofía de lo antiguo. Defiende la estética del bello ideal, analizando la historia del arte como una sucesión de estilos, recurriendo a la idea arte-modelo, a la búsqueda de lo sublime y lo bello como culmen de la perfección, y cuyo modelo hay que imitar. Desarrolla una idea intelectualista de la Antigüedad, en una visión retórica y arcádica.Mengs conoció a Winckelmann en Roma y no se hace difícil hallar en este investigador, y pensador la piedra angular de sus "Reflexiones sobre la belleza y el gusto de la Pintura", publicadas en 1762. A este trabajo seguiría el que fue recogido por su admirador José Nicolás Azara el "Memorial", que Mengs lo resumió para ser enviado a D. Antonio Ponz, insertándose en su "Viaje de España".Pero también tuvo su importancia la obra de Mengs ejecutada en España, que serviría de enseñanza a discípulos y seguidores. Como pintor del monarca realizó La Apoteósis de Hércules para la antecámara Gasparini en el Palacio Real, en la que muestra sensibles acercamientos al arte de Rafael y de Giorgione. En la Apoteósis de Trajano, en la Saleta Gasparini incide en la misma dirección al igual que en el Triunfo de la Aurora para el cuarto de la Reina, hoy integrado en el Comedor de Gala.Como pintor de retratos y de asunto religioso dejó una obra destacada: El retrato de Carlos III y el de Don Carlos, Príncipe de Asturias, de cazador, se contemplan como obras de extrema perfección. La Princesa María Luisa de Parma y la Marquesa del Llano, son igualmente de ejecución esmerada. En los cuadros de asunto religioso sobresale la Adoración de los Pastores, síntesis de diversas enseñanzas a las que imprime un aire dieciochesco. Fue director de la Real Fábrica de Tapices y también se acercó al tema mitológico y alegórico con la serie integrada por La Tarde, La Mañana, La Noche y El Mediodía, de claras tonalidades y donde se convierte en el gran maestro de la expresión delicada del rostro. Otorga al espacio una bien lograda atmósfera, y a las figuras una suavidad justa, sin rayas en el amaneramiento.El balance de la experiencia pictórica de Mengs en España ha suscitado en ocasiones una controversia en cuanto a lo que promete su posición teórica y lo que se desprende de su realización artística. Pero cada obra ofrece ocasión para una composición original, que debe enjuiciarse desde su propio valor diferenciado. Mengs realiza un contacto con la Antigüedad a la que tan finamente rinde homenaje en sus teorías, pero el repertorio de sus formas claras, de los gestos expresivos, se desarrolla en un juego de líneas impecable, en una dulce y animada evocación de las excelencias del clasicismo barroco italiano. Se asocia a su pintura la seguridad psicológica de Rafael, pero también el color y la fina gama boloñesa que irradia serenidad y ternura. Tampoco olvida el expresar la amplitud de los espacios y la decoración en trompe l'oeil en la tradición romana y napolitana.